El siguiente texto ha sido escrito por dos de nuestras voluntarias, Maribel y Antonia, para la Revista anual que edita e imprime Nazaret y que fue presentada el pasado 27 de noviembre de 2016.

En el artículo, que compartimos a continuación, Maribel y Antonia nos cuentan su experiencia como voluntarias en el Programa de Perinatales de Nazaret. ¡¡Gracias por ese granito de arena tan enorme!!

ARTÍCULO:

Nos encantó que Nazaret nos pidiera nuestra participación en el programa de Perinatales, conocíamos la teoría, sabíamos que estaba dirigido a madres muy jóvenes sin familia extensa, con pocos recursos y que se trabajaba en colaboración con Servicios Sociales, Sanidad y Educación.

Empezamos nuestra formación como voluntarias en febrero de 2015 con un equipo de lujo: Agustín Bueno, Miguel Ángel Segura, Leoncio e Itxaso. Se trataba de hacernos reflexionar sobre la población con la que íbamos a trabajar, sus estilos de vida, su aislamiento social, sus necesidades… íbamos a dar forma a un nuevo proyecto y era importante conocernos a nosotras mismas para saber cómo ayudar.

Decidimos llamarle programa “slow” (lento) ya que al ser la población afectada tan especial, necesitábamos “descomprensión” (es una expresión que utiliza Miguel Ángel) para poder acercarnos, quitarnos “nuestras gafas” para ver más allá de nuestra mirada.

Nuestro trabajo, a priori fácil y siempre supervisado y coordinado por un profesional, consistía en acompañar a las mamás a una consulta médica, dar un paseo, escuchar sus inquietudes, sus dudas y miedos en la crianza de sus hijos, ofrecer nuestra experiencia desde la perspectiva de madres y en algunos casos también de abuelas. En definitiva, estar junto a ellas y aportarles lo que les hubieran aportado sus madres y/o abuelas de haberlas tenido cerca. También desde una faceta de profesionales tratar de empoderarlas como mujeres “suficientes”, generar redes sociales, detectar factores de riesgo y necesidades.

Conocimos a María en un taller para mamás en mayo de 2015 y decidimos enfrentarnos a la pobreza, que desde nuestra atalaya de clase media, fue la prueba más difícil. Nos convertimos en madres para ella y abuelas para sus cuatro hijos (María no responde al perfil del programa, fue derivada por Servicios Sociales ante la situación de precariedad a los pocos meses de nacer su hija pequeña al encontrarse sola en la crianza). Cada miércoles por la tarde hemos intentado transmitir a María nuestra experiencia en algo tan complicado como es la crianza de los hijos.

Nuestra labor de apoyo psicológico, emocional y económico, nos ha reportado preocupación e insomnio. Los lazos que nos unen a María casi son tangibles, los sentimientos no se pueden medir pero sí las manifestaciones de alegría y cariño con las que nos recibían. Sin duda ha sido la prueba de que nuestra labor vale la pena. María nos abrió su casa desde el primer día, confió en nosotras.  Nos ha aportado mucho, hemos aprendido con ellos.

Tenemos que agradecer a Itxaso Mondragón que desde su profesionalidad y buen hacer nos ha dado las pautas adecuadas para tolerar frustración, preocupación, nos ha enseñado que la familia es “un todo que va evolucionando y tiene capacidad de autorregularse”.

Si hablamos de logros nos gustaría señalar que durante el curso 2015/2016 los niños no han estado enfermos, se ha reducido el absentismo escolar de las dos niñas mayores y del niño, han mejorado sus pautas de higiene y alimentarias.

Las voluntarias nos desnudamos hablando con valentía de nuestras familias de procedencia, nuestras carencias, nuestros miedos y de la necesidad de reformular lo aprendido.

Hemos podido comprobar como los profesionales de Nazaret hacen posible que personas como María y sus hijos, puedan cambiar su realidad. Estamos seguras de que este programa de voluntariado social aporta un granito de arena para que otra realidad sea posible.